miércoles, 22 de julio de 2009

Baldosas a Santiago

El verano es tiempo para tomarse las cosas con calma, el calor no invita a otra cosa...
y esta entrada va con 10 días de retraso... ahí va...

En la vida hay cosas que no tienes más narices que repetir, porque no queda otra y si no es así, no es de ninguna manera. En cambio hay otras, que por más que repitas, no te cansan y siempre te saben a nuevo. Para mi, el Camino de Santiago, es una de ellas.

Vale que llevo ya 3 veces y que no son muchos los kilómetros (la primera vez 140 y las dos últimas 115 o así), pero es lo que permite el tiempo y las circustancias... Sin embargo, ahora si empieza a ser necesario para mi hacerlo más kilómetros y menos gente, no más de 2 ó 3 personas y sin ningún tipo de responsabilidad ni gente a cargo... todo llegará.

En esta ocasión fue apostar de nuevo por hacerlo con chavales, conocidos y por conocer (es lo que tiene juntar parroquias), etapas ya recorridas y trucos aprendidos... aunque de poco sirva. Hay quien se empeña en repetirnos que el Camino tiene su propia dinámica... y es cierto. Cada vez ha sido totalmente distinta, todas han traido algo nuevo y de todas (aunque de alguna parezca difícil) guardo un bonito recuerdo.

Empezamos con nervios y a gritos, el tren estaba para irse y más de la mitad de los chavales (también monitores) estaban en el andén. Fue la primera toma de contacto de lo que sería la experiencia, nueva para ellos y "nueva" para nosotros también. En conocer nuevos chavales, recorrer los vagones p'arriba y p'abajo para tener todo controlado y mal dormir pasó la primera noche.

A la mañana siguiente, con Juanki esperándonos para desayunar, los olvidos (chavales sin credenciales) y retrasos (más de una hora sobre lo previsto) comenzamos a caminar, sin calentar ni nada... mi condición de coche escoba y botiquín itinerante no tiene consecuencias todavía (ya llegarán...) pero si me permite empezar a conocer mejor a chavales y monitores... genial!

Las mañanas eran para madrugar, caminar e incluso pensar y plantearse cosas; las tardes para descansar, curar ampollas, hacer la comida del día siguiente e incluso hablar sobre los temas que llevábamos preparados (más o menos, que terrible la "dispersión" de algunos...).

Según pasan los kilómetros los chavales empiezan a mezclarse (aunque tengan que pasar 2 etapas completas), personalidades muuuuuy variopintas, simpáticas y, al contrario de lo que pueda parecer, capaces de mantener una conversación más allá del tontin (digo tuenti). Uno de mis temores era quedarme fuera de juego, cada vez me veo "más mayor" para estas cosas, y no fue así. Aguantar un poco el pavo/rarezas de algunos/as (chavales y monitoras) no supuso ningún problema (a otro le tocaba aguantarme a mi, es un ciclo sin fin.... jejeje).

También con los kilómetros tenemos bajas temporales (monitores y chavales), daños colaterales (ambas rodillas perjudicadas), enfados y desentendidos (próntamente solucionados), momentos serios para poner orden... Y aún con todo eso, buen ambiente y objetivos conseguidos. Como muestra, un botón: nunca (nunca) nos había pasado que nos fueramos a dar una vuelta los monitores y que los chavales vinieran detrás porque les apetecía... increíble.

Si noté alguna ausencia (justificada) que hubiera hecho el camino redondo y un poco más de autonomía y caminar para nuestro conductor (pero estar al servicio es lo que tiene, ¡gracias!).

Lo dicho, ganas de repetir de nuevo, no importa que sea con chavales otra vez pero si que tiene que llegar el momento de hacerlo más personal y libre.

Os dejo el video que resume la experiencia...


Todas mis fotos aquí

2 comentarios:

Sergio dijo...

Maravillosa experiencia, inolvidable! Yo, por desgracia, solo lo he vivido una vez, y aunque fueron unos 200 km (casi como dos tuyas), siempre sabe a poco. Viendo el vídeo me llegan a la mente recuerdos de lugares y momentos de esos a los que hay que dejar un espacio en el corazón: la fuente del albergue de Ponferrada, las cerezas de aquel vecino de Villafranca, la lluvia de Cebreiro, el infierno desatado en alto do Poio, la increible eucaristía en Triacastela, la subida tras la bajada de Portomarín, los juegos de magia en Arzúa, el gozo de Monte do Gozo... y la misa del peregrino en Santiago y el abrazo al Santo.
Una experiencia para vivir al menos una vez, con un grupito reducido de gente (nosotros, 5 casi todo el camino, 7 los últimos km), para tener tiempo para caminar acompañado y también solo, para compartir y tener tiempo para uno mismo, para hablar, pensar y disfrutar del silencio, para conocer gente, de España, de Irlanda, de Alemania... hasta de Japón!
Una de esas cosas que nunca se olvidan.

Mª José dijo...

Aysss que GUAY!! Que moriñaaaa por favor Besos