viernes, 24 de abril de 2009

Trilogía sobre Cuba: BLANCO

Blanco es el color de la luz, de todos los colores a la vez… toca hablar de un país lleno de contrastes (y experiencias variopintas).


Si hay algo que he repetido a todo aquél que me ha preguntado por ello, es que Cuba es un país de contrastes. Contrastes en las construcciones y gentes, pero también en las experiencias vividas.

El primer día que cogimos el coche, para ir de Varadero a Trinidad, se llevó la palma. Fue el primer contacto con las carreteras cubanas y con ese caos circulatorio y de señalizaciones, ¡para incorporarse al carril opuesto había que ir un tramo en dirección prohibida! Fue el día en que teníamos la sensación de estar de safari, pasando por pueblos con aspecto de pobres y nosotros montados en nuestros coches europeos o japoneses con el aire acondicionado (con el paso de los días, esto mismo lo empezamos a vivir de otra forma). Fue el día que atravesamos un incendio en la carretera pensando que no sería nada porque no había señalización, pero en el que acabamos conduciendo a ciegas y casi nos damos con un camión que venía de frente (al salir al otro lado, y después de empezar a ponernos bastante nerviosos… ¡oye, oye, OYE!… había una fila de coches de cubanos que nos preguntaban si se podía pasar… lo peor, el coche que se nos caló dentro de la humareda, aunque no pasó nada). Fue el día que recorrimos un trayecto de carretera atropellando cangrejos a patadas (al principio los esquivábamos, luego nos dio igual). Fue el día que conducíamos de noche y de repente había que dar un volantazo porque se cruzaba un perro, caballo o cabra…que salían de la nada. Vamos, toda una experiencia la del primer día “libre”.

En un país como este es inevitable que te hablen por la calle de cualquier cosa y que te pregunten y que se dejen preguntar… curioso fue que en dos ocasiones me dijeran que tenía pinta de farmacéutico o médico… una en el mercadillo del Malecón (en la Habana) por no querer comprar un cuadro de los típicos de allí (eso sí, con muy buen rollo y guasa) y otra en Trinidad porque nos les daba coba (no estaba de humor porque había perdido de vista a gente).

Relativamente poco he hablado de las casas de turistas, más que nada porque mis compañeros tuvieron más suerte que yo (lo mío fue todo muy básico, hasta el punto de que en una de ellas se olvidaron de dejarme las sábanas… y aproveché para estrenar el saco de verano). El resto tuvieron caseros mucho más animados que los míos (a unos les montaron una fiesta con guitarras y mojitos en el patio de la casa y les invitaron a cenar langosta; nosotros pollo y arroz) y más legales… mucha preocupación tenían porque les escucharan hablar “menos bien” del régimen pero ni nos registraron ni nada (culpa nuestra por desconocimiento). Eso si, tuve la oportunidad de charlar largo rato con algunos de ellos y me contaron muchas cosas de la vida en Cuba bastante interesantes para comprender un poco el país (que más o menos ya os he ido contando en entradas anteriores). Ah, en una de las casas, las llaves de la habitación que me dieron, tenían un llavero de KUKUXUMUSU!!! Me partía de risa… que casualidad!

A todo esto, si que me quedé con ganas de participar de una misa cubana (compañeros míos si tuvieron la oportunidad y dijeron que era “parecido pero diferente”). Allí la religión estuvo prohibida durante un tiempo (y con fuerte represión, hasta el punto de expulsarlos de las universidades por ser católicos). El domingo de ramos nos pilló en carretera, de Trinidad a Viñales, pero si tuve oportunidad de ver que sí se celebraba en los pueblos por los que pasamos (por lo visto en Trinidad era una fiesta anteriormente importante… DATO: Trinidad está en la provincia de Sancti Spiritus… ya sólo con los nombres…), llevaban hojas de palma que se anudaban a las muñecas… una lástima no haber participado de ello…

Del ambiente nocturno (que tampoco he dicho nada) destacaría la variedad de sitios con música en directo y la cantidad de gente que puedes encontrar en las calles… el horario de cierre entre semana es temprano, pero hay locales son capaces de reabrírtelos (aún cuando ya habían empezado a limpiar) a cambio de algunas consumiciones. Un poco en la línea de Huertas, pero a la cubana.

En los 12 días que estuvimos, sólo temí “por mi seguridad o la de mi equipaje” en dos ocasiones: en Trinidad al subir a “un mirador” (que resultó ser una antena de repetición de televisión) para ver atardecer (vistas increíbles pero no disfrutadas del todo después de haber pasado por una zona que parecía las Barranquillas y andar por una camino vallado a ambos lados… ufff… ni siquiera hice fotos por no sacar la cámara y la cartera la camuflé en los gayumbos… haceros una idea); la otra fue en la Habana, la noche que buscamos alojamiento antes de volvernos a España, en un bloque de edificios con poca luz, rejas delante de cada puerta (una de ellas quemada) y en un ambiente de clandestinidad… hasta el punto de que me llevé conmigo el pasaporte y billete de avión cuando salimos por la noche Es lo malo de los prejuicios y de pensar con mentalidad española.

Después de todo esto, lo vivido y lo contado (que no es todo, pero ya es suficiente, ¿no?), a la pregunta de si volvería a Cuba… si, claro, pero sin hoteles (o quizá en la Habana…) y en plan mochilero. De todos modos, hay muchos países que me gustaría conocer antes de empezar a repetir, Latinoamérica me llama desde hace mucho tiempo y no acabo de ver la oportunidad (toca seguir esperando, ahora que parece que lo de hacer allí el proyecto no sale adelante).

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